El mítico Carnaval de Venecia se remonta a muchísimos siglos atrás. Las primeras referencias aparecen ya en el siglo XI, aunque esta fiesta pagana comenzó a popularizarse en el siglo XIII. Era, incluso, una manera de representar las grandes gestas, porque se utilizaban los acontecimientos históricos como fuente temática de inspiración. Sin embargo, será en el siglo XVIII, coincidiendo también con el apogeo político y de poder de la República Serenísima, cuando el carnaval alcance todo su esplendor. En él participaban desde la gente del pueblo hasta los aristócratas de la ciudad; y es que el carnaval servía para subvertir jerarquías y clases sociales, cualquier cosa era posible. Es más, se tiene constancia de que, incluso, los grandes nobles y príncipes europeos acudían a divertirse y participar del desenfreno y las fiestas que se organizaban en las calles y los palacios de la ciudad, eso sí, parapetados tras el anonimato de las máscaras, verdaderas protagonistas del carnaval veneciano.
El tabarro (una especie de capa negra), el tricornio (sombrero de fieltro de tres puntas), la larva o volto (máscara negra o blanca, hecha de cuero o de cartón piedra) o la baùta (una especie de mantelina con capucha y abierta por delante, de seda, terciopelo o encaje) constituyen la indumentaria clásica del disfraz veneciano.
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